Hola Peques, quería compartir con ustedes una pequeña anécdota de cocina. Resulta que hace poco recibí una visita inesperada: el mediodía del martes pasado, a las 12.30, se presentó en casa mi pequeño sobrino Juan. Lo primero que preguntó, después del chupetón que le enchufé en el cachete izquierdo, fue “¿tía, qué hay de comer?” Las visitas inesperadas tienen eso, que una no está preparada para responder semejante pregunta a un niño que llega con el apetito voraz de los que van a primer grado.
Pensé un minuto y le propuse: “te puedo hacer arroz con pollo, sopa de calabaza o fideos con manteca”. Juan, haciendo muecas de mono sufriente, como si le hubiera dicho mondongo o hígado saltado (cosas que nunca hay en mi casa), respondió “pero yo quiero milanesas con papas fritas”. “Estamos sonados”, pensé, “eso no hay”. Le ofrecí otras cosas: batatas fritas, churrasquito con savora o salchichas con puré.
Pero no hubo caso, él estaba empecinado en que quería milanesas con papas fritas.
Pensé, pensé y pensé la manera de reemplazar su menú favorito con alguna otra cosa que pudiera sorprenderlo (cosa muy difícil, porque un niño de 6 años no se deja convencer fácilmente). Me puse la mano en el mentón, en posición de sabio, y al rato se me iluminó la lamparita: ya está, le dije, voy a hacer la receta del cangrejo de huevo que camina. El sobri mucho no me creyó. Preguntó cómo iba a hacer para que el cangrejo caminara y, como vio que yo revoleaba los ojitos para arriba y para abajo, porque no tenía una respuesta clara y precisa, se compadeció de mi y dijo, “y bueno, manos a la obra”.
Esta es nuestra receta (para 1 cangrejo de huevo que camina):
Ingredientes:
1 huevo
8 aceitunas rellenas
1 cucharada de mayonesa
Varios escarbadientes
8 aceitunas rellenas
1 cucharada de mayonesa
Varios escarbadientes
Preparación:
Ponemos a calentar una ollita con agua y un huevo adentro. Lo dejamos hervir 10 minutos. Al cabo de ese tiempo, apagamos el fuego y lo dejamos enfriar. Luego pelamos el huevo, con mucho cuidado de no romperlo, lo cortamos al medio y le quitamos la yema. Mezclamos la yema con mayonesa, rellenamos el huequito del huevo con esta pasta y lo ponemos boca abajo. A la otra mitad del huevo, la que nos sobró, le cortamos la punta para armar la cabeza del cangrejo. Juntamos la cabeza con el caparazón, para que nos quede pegadita ponemos un poquito de mayonesa. Luego quitamos el relleno a una aceituna y lo cortamos en cubitos muy chiquitos.
Con esos cubitos rellenamos la juntura de la cabeza y el caparazón del cangrejo.
Luego cortamos en rodajitas el resto de las aceitunas. Con dos rodajitas con relleno, hacemos los ojos (para poder pegarlos los tenemos que pinchar primero en un escarbadiente y luego pincharlos a la cabeza).
Para hacer las patas, hay que doblar un poco los escarbadientes por el medio (cuidado que no se rompan), les metemos unas rodajitas de aceitunas y luego los unimos al caparazón.
La parte más difícil es hacerlo caminar. Yo le ordené al cangrejo que caminara, pero no hizo caso. Juan quiso probar por su cuenta, lo animó en todos los idiomas y nada. Insistimos un buen rato, los dos juntos, pero luego nos dio hambre y nos lo comimos.
Más tarde fuimos a tomar un helado a la plaza (porque nos habíamos quedamos con hambre) y Juan, con su cucurucho de helado de limón y chocolate chorreándole sobre el guardapolvo, me confesó: “Tía, creo que cuando te diste vuelta para lavar los platos, el cangrejo se movió”. No sé si lo dijo en serio o si lo dijo para dejarme contenta.
Por seguirle la corriente, le pregunté: “¿para adelante o para atrás?”. “Para adelante, tía, el cangrejo caminó para adelante”.
Como el cangrejo del cuento que les mandamos a continuación:
El joven cangrejo.
De Gianni Rodari
De Gianni Rodari
Un joven cangrejo pensó: "¿Por qué todos los miembros de mi familia caminan hacia atrás? Quiero aprender a caminar hacia delante, como las ranas, y que se me caiga la cola si no lo consigo".
Empezó a entrenarse a escondidas, entre las piedras de su arroyuelo nativo, y los primeros días le costaba muchísimo trabajo lograrlo. Chocaba contra todo, se magullaba la coraza y una pata se le enredaba con la otra. Pero las cosas fueron mejorando lentamente, porque todo puede aprenderse cuando se desea de veras.
Cuando estuvo bien seguro de sí mismo, se presentó ante su familia y les dijo:
- Fíjense.
Y dio una magnífica carrerilla hacia delante.
- Hijo mío -dijo llorando la madre, ¿has perdido el juicio? Vuelve en ti y camina como te han enseñado tu padre y tu madre; camina como tus hermanos, que tanto te quieren.
Sus hermanos no obstante, se mataban de risa.
El padre se lo quedó mirando un rato severamente, y luego dijo:
- ¡Ya basta! Si quieres quedarte con nosotros, camina como todos los cangrejos. Si quieres hacer lo que te parezca, el arroyo es bastante grande. Vete y no regreses más.
El buen cangrejo quería a su familia, pero estaba convencido de que tenía la razón. Abrazó a su madre, saludó a su padre y a sus hermanos y se marchó.
Su paso despertó inmediatamente la sorpresa de un grupo de ranas que, como de buenas comadres, se habían reunido en torno a una hoja de nenúfar para charlar.
- El mundo va al revés -dijo una rana-. Miren a aquel cangrejo y díganme si me equivoco.
- Ya no hay educación -dijo la otra rana.
- Vaya, vaya -dijo una tercera.
Pero, todo hay que decirlo, el cangrejo continuó adelante por el camino que había elegido. En cierto momento oyó que le llamaba un viejo cangrejote de expresión melancólica, que estaba solitario junto a un guijarro.
- Buenos días -dijo el joven cangrejo.
El viejo le observó atentamente y luego le preguntó:
- ¿Qué te crees que estás haciendo? También yo, cuando era joven, pensaba enseñar a caminar hacia adelante a los cangrejos. Y mira lo que he conseguido: vivo solo y la gente se cortaría la lengua antes de dirigirme la palabra. Mientras estés a tiempo de hacerlo, hazme caso: resígnate a caminar como los demás y un día me agradecerás el consejo.
El joven cangrejo no sabía que responder y no dijo nada. Pero pensaba: "Yo tengo la razón".
Y después de saludar atentamente al viejo, volvió a emprender de nuevo su camino orgullosamente.
¿Llegará muy lejos? ¿Tendrá suerte? ¿Logrará enderezar todas las cosas torcidas del mundo? Nosotros no lo sabemos, porque está todavía caminando con el coraje y la decisión del primer día. Sólo podemos desearle, de todo corazón: ¡Buen viaje!
FIN
Del libro ”Cuentos por teléfono” de Gianni Rodari - Ed. Juventud. 16ª edición. 1998
Visto en: Cuéntame un cuento
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