¡¡¡Hola Ana!!
¿Cómo estás?
Como soy bruja, miraba la bola de cristal y me salió que me extrañabas mucho. Entonces te escribí una carta…
¿Sabías que sos un hada? ¿Y sabías que con mamá te escribimos un cuento? Pero no llores ¡¡eh!! Porque en mi bola de cristal vi una laguna, jajajaj
¿Cómo estás?
Como soy bruja, miraba la bola de cristal y me salió que me extrañabas mucho. Entonces te escribí una carta…
¿Sabías que sos un hada? ¿Y sabías que con mamá te escribimos un cuento? Pero no llores ¡¡eh!! Porque en mi bola de cristal vi una laguna, jajajaj
UN HADA EN LA BIBLIOTECA
¿Ustedes conocen las hadas? ¿Alguna vez vieron una?
¿Saben cómo son? ¿Qué hacen? ¿Dónde viven?...
Yo leí muchos libros donde cuentan cuántas clases existen, dónde vive cada especie, cuáles son las buenas y cuáles las malas, cómo puedo hacer para atraerlas, etc., pero la verdad es que hasta ahora no había visto ninguna. ¡¡¡Si hasta mi señorita de 2do. grado me dijo que yo ya estaba grande para creer en “esas cosas”!!!
Pero… ¿les cuento algo? ¡Descubrí que no! … sigo siendo chiquita, porque conocí una: Ana… ¡¡¡Siiiii!!!
Y no la encontré en un lago, ni en el jardín, ni tampoco en el bosque, sino… ¡¡¡en un lugar dónde nunca se me hubiese ocurrido!!! ¿Saben dónde? ¡¡En una biblioteca!! ¿No es raro?
Para mí que se salió, sin darse cuenta, de uno de los tantos libros de cuentos que suelen venir a leer los chicos, ¡¡y después no supo cómo volver!!
Y… yo…, la descubrí un día que buscaba información para mi tesis de dibujo, obviamente estaba disfrazada de persona para que nadie la reconociera.
Allí estaba… buscando información para mí, que hasta ese día no sabía cómo manejar una computadora. Y ella me explicaba, alta, delgada, con sus ropas grandes y cabello bicolor, largo hasta la cintura… y lo más gracioso… sus anteojos: ¡¡tenían una sola pata!! Cómo diría ella… ¡¡¡mortal!!
Yo la miraba mientras hablaba y me explicaba con tanta dulzura y simpatía, porque me parecía rara, pero no sabía por qué. Desde ese día, y supongo que por su magia, empecé a ir más seguido a la biblioteca… y por supuesto, al llegar preguntaba por ella; me había hechizado con su encanto particular.
Me divertía charlar con ella, contarle cosas, nos estábamos haciendo amigas; y, a pesar de que la miraba con toda mi atención, nunca pude ver sus alas cuando a menudo volaba…. Bueno, tampoco tenía varita y lograba hacer magia con todo lo que tocaba.
Los días pasaban y Ana y yo nos íbamos haciendo compinches, teníamos muchas cosas en común, soñábamos juntas y por eso decidimos emprender algunos proyectos juntas, “El club de los peques” fue uno de ellos, un club dónde todos los niños, y sólo los niños, podíamos apoderarnos de la biblioteca para hacer todo lo que quisiéramos… ¡¡¡y nos fue bien!!! Muchos chicos se hicieron eco de nuestra sana locura.
Ana era divertida, amable, dulce y siempre, siempre tenía una anécdota para contar de sus tantos viajes.
Un día, como tantos otros, llegué a la biblioteca, subí hasta su “cuevita” y no estaba, pregunté por ella y me dijeron que no había llegado, pensé que llegaría más tarde… pero no fue así… Ana no vino y me fui poco más tarde. Pero Ana no sólo no apareció ese día, sino tampoco al siguiente, ni al otro… Sólo desapareció sin despedirse.
¿Habrá descubierto alguien que no era una persona, sino un hada y la habían atrapado?
¡¡Talvez tuvo que partir urgente para ayudar con su magia a alguien que la necesitaba!!
O… ¿no habrá encontrado el libro del que había salido y volvió para ilustrarlo con su magia?
La verdad ¡¡no sé!! Pero por las dudas hago un pedido a todos los niños:
“Si estás en este momento leyendo un libro en una biblioteca, tratalo con cuidado, talvez esté ahí… y si en una de esas te encontrás con alguien que se parezca a la persona que te describí ¡¡¡CUIDALA!!! DEBE SER ANA…
¡¡¡QUÉ SU MAGIA NO SE PIERDA!!!
Berenice Tejada Rodríguez y Verónica Tejada
Coronel Dorrego, Buenos Aires, Argentina.
Septiembre 2010
Coronel Dorrego, Buenos Aires, Argentina.
Septiembre 2010
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